La utilización adecuada del tiempo, en
sus diferentes modalidades, es un concepto que la investigación
educativa tiene asentado (J.Santrock). Esta experiencia común en
las aulas está muy descuidada, seguramente porque en los procesos de
formación y evaluación no se da formalmente, o su tratamiento es muy
superficial y voluntarista. Lo repetimos: la voluntad por sí sola no
sabrá manejar muchas situaciones de aula, si no ha recibido una
preparación adecuada. La idea que podemos
afirmar es la siguiente: minimizar los tiempos de transición entre
actividades en el aula, es un criterio para mejorar nuestro control y
gestión de aula. Vamos a establecer tres pautas que,
concretamente, pueden aplicarse para que ese concepto sea efectivo en
nuestra práctica docente.
Primera pauta: establece un protocolo de acciones que los alumnos repitan entre una actividad y otra.
Esto ayudará a que esas transiciones, tantas veces difíciles, tengan
una planificación que todo alumno pueda seguir sin interrumpir esa
transición. No hacerlo, implica lo que la experiencia nos dice:
preguntas desorientadoras, interrupciones entre ellos y respecto al
grupo, o esos caos espontáneos que, muchas veces, rompen totalmente una
buena dinámica de clase. No se trata de negar la espontaneidad, es algo
más sencillo: estructurar un tiempo didácticamente.
Segunda pauta: adelanta el qué y el cómo de la siguiente actividad para que los alumnos tengan una línea didáctica que seguir.
De nada sirve hacer una transición, si no sabemos qué hay que hacer
después. Esta laguna es muy común en nuestras aulas, por la experiencia
desde INED21. Como dice J.Kounin, mantener el flujo de actividad es
vital para que la clase evite romper una dinámica adecuada. Dicho de
otro modo: un alumno inmerso en una actividad de aprendizaje, es un
alumno que no produce problemas de control en clase. Un ejemplo donde la
investigación confirma el sentido común.
Tercera pauta: transforma el tiempo inicial de clase, en un tiempo de organización de esa clase. Cuántas
veces nos encontramos con maestros o profesores que han desperdiciado
ese tiempo crucial en asuntos irrelevantes o arbitrarios que, en
perspectiva, nada añaden a esa organización adecuada. ¿Por qué esta
pauta? Tres ventajas didácticas. Primera: de esta manera, el grupo
tendrá una visión de lo que ha de hacer y de cómo hacerlo. Segunda: no
tendremos posteriormente que interrumpir ningún tiempo de actividad.
Tercera: resolvemos de antemano cualquier duda o pregunta que puedan
surgir o, en su defecto, las más importantes casi siempre. Es importante
comprender y aplicar esta afirmación: no hay tiempo escolar que no
pueda transformarse didácticamente. Olvidar que todo tiempo escolar es
un tiempo de aprendizaje, es limitar nuestra capacidad de influencia,
tanto a nivel individual como de grupo. Muchas veces se hace, consciente
o no.
Todo lo anterior ha de trabajarse en diferentes situaciones de aula y
bajo una evaluación individual y contextualizada. Un detalle de la
observación en las evaluaciones: la inercia, muchas veces, es el enemigo
de una buena práctica. El desconocimiento o la repetición sin
reflexión, no pueden ser argumentos para no mejorar. El
concepto de tiempo de transición es una buena muestra de esa didáctica
del tiempo que, desgraciadamente, está tan descuidada en nuestra
tradición pedagógica: hay muchos tipos de tiempos y posibilidades
didácticas que no atendemos en la práctica diaria. Nuestro
proyecto INED21 apuesta por esa formación realista y contextual, basada
en la investigación internacional y retroalimentada por una
reflexión/práctica guiada. Si observamos lo que nos rodea en los
procesos de selección, formación y actualización docentes, no va en esa
dirección. Cambiar es posible, pero no vale cualquier cambio para que
los objetivos se cumplan. Los sistemas
educativos y los centros que mejoran a sus docentes, saben que un buen
docente se forma y retroalimenta, no es sólo voluntarismo.
Fuente: ined21.com